lunes, 16 de mayo de 2011

El cruel y enfermizo abrazo de "La Parca Morta"

Hoy he visto un cadáver. No es como en las películas, estamos acostumbrados a ver películas donde un cadáver yace tumbado sobre el suelo o una mesa de autopsias, y hablan sin prestarle apenas atención. En la vida real no es así. En la vida real, tus ojos se clavan en el cuerpo. Te fijas en la posición del cuerpo, en la expresión de sus manos y su cara, la ropa, el charco de sangre, las heridas, el vehículo. Y algo caliente empieza a arder dentro de ti. Una sensación. Una sensación dura, pesada... La sientes al respirar, la sientes con cada latido. Una bola de acero incandescente con pinchos se aloja en el pecho, que se clavan con cada bocanada, con cada bombeo. Unas cuerdas que aunque no quieras, te obligan a mirar al cadáver. Tu apartas la vista, pero ya no es igual que antes. La ves, ahí. La tienes grabada en la memoria, esa escena, la sangre, la posición, la ropa rota, los trozos de carne en el asfalto quemados por la fricción, la gente con la cara descompuesta, tapándose la boca, como si un grito ahogado se les fuera a robar el alma. Y ahí estaba yo, de pie, frente al cuerpo de una mujer de mediana edad, tumbada en el suelo como si alguna de sus articulaciones fueran de chicle, mirando al publico allí congregado pero sin ver nada.


 "No somos nada" decía uno... "Pobrecilla...." de escuchaba por el fondo. Pero allí, nadie apartaba la visión. Nadie le otorgaba una mas que necesaria privacidad. Un funcionario la tapó con una sabana de plástico, de un color metalizado amarillo. No era la típica bolsa de cadáveres que uno se espera, como en  las películas, con su cremallera, su detective maduro aunque bien conservado, y el poli pardillo que siempre le pregunta... "¿Cree que es un suicidio, Detective?" Y la respuesta siempre es la misma... "Ojala lo fuera, Fergusón... Ojala" 


Aquí no hay héroes. Aquí solo hay victimas. Bienvenido a la realidad, niño, bienvenido. La Muerte está ahí, siempre está. Familiares, amigos, conocidos, gente con la que nos cruzamos por la calle. Diariamente muere miles de personas. Y por cada 100 años, nadie queda de los que vivían. Ella es así, no es selectiva, no se la puede comprar, ni alquilar, ni siquiera convencer. 


Y hasta aquí, la historia de hoy. Sed buenos, y abrazad la vida, ya que La Muerte está mas cerca de lo que uno, en su sano y protector juicio, espera.

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